Masao Nakachi
Por: Federico Nakachi Morimoto (*)
“Un hermano es un consuelo,
un amigo es un tesoro,
un padre es ambos”.
Benjamin Franklin
político, polímata, científico e inventor estadounidense
(1706-1790)
.
Mi padre Masao Nakachi, nos inculcó a todos sus hijos los principios y valores propios de la cultura japonesa. Desde mi niñez, siempre le recuerdo trabajando de sol a sol, para llevar el sustento a su numerosa familia.
Emigró adolescente, a los 16 años, desde su lejana y querida Okinawa, para recalar en estas cálidas tierras peruanas, dando un ejemplo de entereza a esa corta edad. Luego, con mi madre Kiyomi, se establecería en Huancayo, la ciudad incontrastable, donde nacimos con mis cuatro hermanos. De allí, se dirigió a Lima, a la conquista de la Capital, dónde hizo de su pasión por la gastronomía, un medio de vida, pero siempre cobrando lo justo, sin abusar del cliente. Esa enseñanza la sigo practicando, y pienso que es una manera de honrar su memoria.
Él era partidario de alimentar el cuerpo, y también el alma; por eso, siempre se preocupó de que nosotros tengamos una buena educación, a la par que nos daba el ejemplo, de como se debía ganar el pan de cada día, de manera honrada.
Cultivó la música, tocando el violín y piano, además de la buena lectura, y en sus últimos años, le dio gusto a su vena artística y pasión por la pintura, en el Taller de Pintura “Camino a la Felicidad”, siendo el primer alumno, y quien le dio tal denominación, dada su formación religiosa; tratando de llevar un mensaje subliminal a los adultos mayores de nuestra colectividad nikkei; que la verdadera felicidad, se encuentra, no solo en el seno del hogar, sino, también rodeado de buenos amigos y haciendo lo que más nos gusta; especialmente aquello, que enriquece el alma.
Y es que mi padre, era una persona abierta al mundo, pues no solo practicó y cultivó las expresiones culturales de la tierra de sus mayores, sino que se adentró en el estudio del inglés británico, y naturalmente del español, con un buen libro, y como asiduo lector, de cuanto periódico y revista caía en sus manos, pero sin dejar su japonés nativo.
Mí ingreso al Leonismo, se dio, cuando él ya no estaba entre nosotros; y estoy seguro, que este hecho, le hubiera llenado de orgullo, y me hubiera respaldado incondicionalmente, en mis acciones de servicio; pues acostumbraba siempre apoyar, al que menos tenía, incluso a costa de sus recursos, que no eran muchos. Pero siempre, con la discreción y humildad que hacía gala, siguiendo la enseñanza bíblica, de su fe:” lo que haga tu mano derecha, que no lo sepa la izquierda”.
En este mes de junio, que estaremos celebrando el Día del Padre, mis pensamientos se elevarán al infinito, con un simbólico abrazo filial a la distancia; y estoy seguro que en respuesta, me brindará una sonrisa, ésa que le era característica, y una palmadita en el hombro, para que siga adelante, como él lo hizo.
Aprovecho para saludar a todos los padres de nuestra colectividad, y por extensión a los del Leonismo, que trabajan día a día para formar buenos hijos, y les dan ejemplo, inculcándoles el amor a sus comunidades, y a nuestra Patria, el Perú.
Con este motivo los invito a recorrer juntos el Camino a la Felicidad, con Fe y Amor en el Servicio.
(*) Coordinador Fundación LCIF , Distrito H-4
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